Los valores femeninos definen el liderazgo del futuro
En este IG Live de la serie de CloudWorking Academy, entrevistamos a Laura Chinchilla Miranda para conversar con ella sobre las marcas de identidad del liderazgo femenino, que ha probado ser el más eficiente en el manejo de la crisis por el COVID-19. La serie de IG Live que conduce Silvina Moschini, Miss_Internet, en @transpbusiness forma parte de Cloudworking Academy, el programa global para que líderes reales gestionen equipos virtuales con procesos, métodos y herramientas para el trabajo remoto.
Laura Chinchilla fue Presidente de la República de Costa Rica entre 2010 y 2014, la primera mujer que llegó al cargo en el país. Según el Foro Económico Mundial, es una de las mujeres más poderosas de Centroamérica y una de las dignatarias más respetadas del mundo entero. Es miembro del Comité Olímpico Internacional, Vicepresidente del Club de Madrid, la organización que nuclea a líderes políticos con el fin de fortalecer la democracia a nivel mundial, y miembro del Consejo Asesor de SheWorks! Presidió la comisión sobre Elecciones y Democracia en la era digital en la Kofi Annan Foundation y es, además, una gran docente y titular de la Cátedra José Bonifácio de la Universidad de San Pablo, del Instituto Tecnológico de Monterrey y del Institute of Politics and Public Service de la Universidad de Georgetown.
A pesar de ser pocas las jefas del mundo en este momento, sus gestiones han probado ser las más efectivas durante la pandemia. ¿Qué es lo que pasa cuando las mujeres lideran?
Ha sido muy hermoso leer esas notas que confirman que, a pesar de que son muy poquitas las mujeres Jefas de Estado (nada más diez mujeres gobiernan en todo el mundo), casi el 100% de ellas han hecho un muy buen gobierno de la pandemia. ¿Por qué una mujer navega mejor por situaciones complejas? Porque el liderazgo femenino tiende a ser más adaptable y resiliente. La mujer promueve un liderazgo más colaborativo, horizontal, que atiende las voces de los demás. Por último, creo que el liderazgo femenino es también más compasivo y, al final, todo esto que está pasando se trata de las vidas de las personas y esto lo tienen clarísimo las mujeres.
¿Por qué a las mujeres no cuesta más que a los hombres llegar a puestos de liderazgo político?
Soy miembro del Comité Asesor del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, que elabora anualmente un informe sobre Desarrollo Humano. El del año pasado lo dedicamos a la desigualdad y, aunque ésta toma muchas formas, no hay duda de que la más odiosa es la que golpea al 50% de la población, a las mujeres por el solo hecho de ser mujeres. Si bien es cierto que se ha avanzado en materia de equidad de género, este crecimiento se ha desacelerado en los últimos años. Parece que el mundo finalmente acepta que la mujer llegue a cierto nivel pero, cuando aspira a más, aparecen nuevas resistencias. Y esto pasa a nivel corporativo y político.
¿Cómo crees que manejan diferente el poder los hombres y las mujeres? ¿Cómo sería un liderazgo sin género?
No es que unos somos mejores que otros… En todo caso lo que hay que demostrar es que, cuando el poder se alimenta de la diversidad, los resultados son mejores: somos más creativos, vemos más aristas de los problemas, reflejamos distintas situaciones. Lo que hace la mujer cuando llega al poder es complementar, porque trae cosas distintas a las que trae un hombre. El mundo está dando pruebas de esta oleada de gobiernos populistas, muy ligada a las características del liderazgo masculino de hombres fuertes en contra de las minorías… No creo que este sea un mundo mejor, por eso es importante que complementemos nuestras visiones.
¿Sentiste en algún momento de tu carrera el Síndrome del Impostor que nos afecta a veces a las mujeres, la idea de no ser merecedoras de lo que logramos?
Yo crecí en un mundo de hombres y mis padres jamás hicieron discriminación en la forma en que nos criaron a mis hermanos y a mí, por eso encaré con naturalidad los diversos momentos que se me presentaron. Creo que a veces somos nosotras mismas las que nos ponemos determinados impedimentos. Siempre digo que el primer paso que tiene que dar cualquier mujer es romper el techo de cristal que se alojan en su propio interior. Si aspiramos a liderar, primero tenemos que convencer. Las mujeres tenemos que olvidarnos de que somos impostoras y salir a luchar por lo que creemos con menos dudas.
¿Cuando eras niña querías ser Presidente?
No, yo veía la vida con ojos de una niña, la cosa fue evolucionando. Lo que sí puedo decir es que, en la medida que la vida me fue presentando oportunidades, nunca dije que no. Puede que lo pensara, pero eso nunca fue un obstáculo, más bien creo que me ayudó a llegar más preparada.
¿Fue un desafío para ti mostrarte fuerte aún con tus principios de transparencia, de inclusión, de ternura, vulnerabilidad, con tu liderazgo horizontal e integrador?
Afortunadamente el mundo va cambiando. Aunque en América Latina no tengamos presidentes mujeres ahora, hay congresos que alcanzaron el 50% de cupo. Cuando yo fui Presidente, las circunstancias no eran tan propicias como hoy. Gané por mucho margen, pero una vez que llegué a gobierno la gente hacía apuestas a ver si yo iba a ser capaz de sobrevivir la experiencia. Las mujeres tenemos que aprender que no se trata de transformarnos, pero sí de hacer algunos ajustes, como nuestra estrategia de comunicación, por ejemplo: un llanto femenino es muy diferente a uno masculino, un enojo femenino es muy diferente a uno masculino.
¿Qué oportunidades crees que presenta esta crisis que estamos viviendo?
Me parece que hay un sector que estamos obligados a apoyar: el de las mujeres frente al mundo de la tecnología. El impacto de esta crisis va a ser devastador y, como siempre, se va a ensañar más con las mujeres. En este caso, por tres elementos: en nuestra región, las mujeres trabajan mayoritariamente en el sector informal, que es uno de los primeros afectados en tiempos de crisis; el segundo aspecto es que casi el 80% de los trabajadores de la salud son mujeres, y el tercero son las situaciones de confinamiento, que vulnerabilizan sobre todo a la mujer porque es sobre ella que recaen las mayores responsabilidades y quien sufre el traslado de la inseguridad de las calles a la vivienda con la violencia intrafamiliar. Este es el momento de priorizar las estrategias de incorporación de las mujeres al mundo laboral, y una de ellas es su reencuentro con las tecnologías que les permiten trabajar.
¿Qué tiene que pasar desde el punto de vista legislativo para que pueda haber más mujeres en puestos de liderazgo corporativo pero también en la política?
En nuestros países, donde hay mayor arraigo de los valores patriarcales, creo que es fundamental promover leyes que obligan a la paridad. Si no se obliga, no sucede. Los países que más evolucionaron en este tema (México, Colombia, Bolivia, Ecuador, Argentina) tienen en común que aprobaron leyes en favor de la paridad. Ahora a México le toca legislar sobre violencia de género, porque una vez que se obliga al sistema a aceptar a las mujeres la violencia aumenta en proporción. Necesitamos garantizar programas que apoyen a la mujer en el cuidado del hogar, respaldar su acceso al financiamiento para campañas políticas y también necesitamos que la prensa se convierta en un elemento nivelador del papel de las mujeres.
Además de mejores leyes, ¿qué tiene que cambiar culturalmente?
El informe del Comité Asesor del Programa de Naciones Unidas del año pasado dejó en claro que está muy bien con las leyes, pero para despejar las trabas mentales la única salida es una apuesta muy fuerte a la educación. Yo soy optimista, tengo un hijo de veintitantos que ya se comporta con normas diferentes. Ojalá vayamos todos en esta dirección.
La crisis por COVID-19 dejó en evidencia que los valores que las mujeres le imprimen a sus gobiernos hacen toda la diferencia en tiempos difíciles. La capacidad de escuchar, de darle lugar al otro, de apoyarse en sus equipos asesores y de adaptar sus programas de gobierno al cuidado de la vida están dando buenos resultados. En este nuevo encuentro virtual de la serie, Laura Chinchilla remarcó que vivimos en un mundo en el que las comunicaciones le dan voz a los ciudadanos, y es imperioso escucharlos. Esto es importante a nivel mundial y regional, porque los desafíos en términos económicos y sociales serán grandes después de esta crisis.